Cómo afrontar el miedo nocturno de nuestros niños
“Mamá: tengo miedo a la oscuridad.” Todos los lectores que sois padres, muchas veces habréis pasado noches complicadas cuando vuestro hijo, a hurtadillas se acerca a nuestra cama expresando sus miedos y su incapacidad para dormir. Si nos paramos a pensarlo, es recurrente la imagen de nuestros hijos, cuando estamos intentando conciliar el sueño después de un largo día…
¿Por qué los niños tienen tantos miedos nocturnos?
El protagonista del miedo de nuestros hijos suele ser la oscuridad. Son edades en las que nuestros niños se encuentran en pleno crecimiento y en desarrollo constante, y ello puede llevar a los niños, ante estímulos como la oscuridad, alejarse de los pensamientos racionales y que su cerebro sea “desbordado” por seres fantasiosos que les alejan de la realidad.
Seguramente, hasta que no se encuentran en parvulario, nuestros hijos han dormido cerca de nosotros, o ¿por qué no…? a veces en nuestra propia cama y con todo tipo de luz abierta.
Cuando consideramos que es hora de que nuestros niños empiecen a ser algo más autónomos y les animamos a qué creen su espacio, es en las noches, donde la gran temida oscuridad entra en escena. Para nuestros hijos se crea todo un “abismo” entre lo que hasta el momento ha protegido sus noches y lo que ahora, algo más mayores se les empieza a exigir. Se les abre la puerta no sólo hacia un mundo poco apetecible, sino hacia lo desconocido.
Mediante diferentes investigaciones en ciencias del comportamiento, se ha podido estudiar que los cambios que experimentan los niños entre las 4 y 5 años junto con un mundo algo desconocido para ellos, les lleva a sentirse inseguros y con miedo, hasta el punto de afectar a algo tan necesario como es el sueño en los infantes.
¿Por qué es importante tratar el miedo a la oscuridad?
El miedo es un estado de alerta que se activa en nuestro cuerpo ante todo aquello que consideramos que puede ser una amenaza y que no es conocido para nosotros.
Como pequeños satélites, ponemos todos nuestros “radares” en marcha, para recordarle a nuestro instinto que lo desconocido también suele asociarse con lo que es peligroso.
A lo largo de nuestra vida, siempre habrá etapas en que nuestro cuerpo exprese miedo, lo desconocido forma parte de nuestras vidas y aunque a veces se asocie con el miedo, muchas otras suele ser un punto de inflexión, un pequeño muelle para superar y crecer como personas.
Es importante aprender y transmitir que si bien el miedo se asocia con lo desconocido y pone en alerta nuestro ser, no tiene por qué ser un factor que nos paralice ante situaciones desconocidas, ya que si aprendemos a afrontar nuestros miedos de forma adecuada, habremos conseguido seguir llenando nuestra mente de recursos cada vez más fructíferos para hacer frente a las experiencias de la vida. Por el contrario, si no aprendemos a canalizar el miedo y en lugar de hacernos crecer, nos paraliza… éste miedo puede convertirse en una fobia, muchas veces irracional que limite y nos encadene el resto de nuestras vidas.
¿Cómo ayudar a nuestros hijos a superar los miedos?
Cuando el miedo no es afrontado, y en lugar de ello contribuimos a potenciar los miedos de nuestros hijos, manteniendo conductas que en lugar de afrontar lo desconocido promueven el seguir manteniendo ese miedo, como por ejemplo:
- Dormir con nosotros
- Dormir con todas las luces encendidas
- Dormir con las puertas abiertas
Conductas como las que acabamos de mencionar, provocan en psicología lo conocido como proceso de reforzamiento de la conducta. Es decir, le estamos transmitiendo a nuestro hijo y sus inmaduros sistemas de aprendizaje que cuando tenga miedo, evite la situación en lugar de afrontarla.
Evidentemente, esta manera poco óptima de afrontar este tipo de situaciones puede provocar en el niño muchos tipos de problemática y complicaciones a la hora de tener que hacer frente a los problemas.
Pautas para ayudar a nuestros hijos a descansar
El cerebro de nuestros hijos está en pleno desarrollo, entre ellos procesos que permanecerán y nos ayudarán el resto de nuestros días como los “ritmos circadianos”. Estos, se ven determinados por unas especies de sensores
- Evitar cualquier tipo de estímulo que active o modifique los sistemas de vigilia-sueño de nuestro cerebro: entre ellas podemos considerar todas aquellas que estimulen nuestro sistema motor o que activen ondas cerebrales en nuestra psique que produzcan respuestas estimulativas en nuestro cerebro.
- En las cenas, deben evitarse ciertos tipos de alimentos, concretamente los que son ricos en azúcar. Será positivo intentar en las cenas, hacer menús que combinen alimentos que contengan la vitamina B6 como: carne (pollo, pavo y ternera), pescados (bacalao, salmón, trucha, atún), verduras como espinacas, patatas, guisantes, brócoli, etc.
- Las actividades que deben llevar los niños deben implantarse de forma en que para ellos se convierta en una rutina. El ritual en conductas proporcionará al cerebro de nuestro hijo, el poder vincular las actividades previas a acostarse como: ponerse el pijama, lavarse los dientes, leer un cuento antes de acostarse o inclusive dejar sonar una suave melodía.
- Son múltiples las maneras en que podemos ayudar a nuestro hijo en estos momentos, evidentemente, acabamos de mencionar tres pautas básicas, pero no debemos olvidar que cada niño es un mundo y seguramente se podrá reforzar este proceso de cambio nocturno mediante el proceso de cambio de conducta basado en la economía de fichas o inclusive añadiendo algún objeto material en la habitación o cama del niño como un osito que le protege mientras duerme, una lámpara que dibuje siluetas en el cielo, etc.
- Escuchar de forma empática y atenta a nuestros hijos, deben sentirse comprendidos. Una vez más vemos la importancia de la comunicación, ya que no sólo estarás ayudándolo a sacar sus miedos mediante tu racionalidad, sino que él pueda sentir que aunque esté a oscuras en la habitación, puede dormir tranquilo.
No olvidemos que…
El miedo debe ser trabajado en los niños desde pequeños. El miedo nos permite estar alerta ente situaciones de emergencia, pero si no aprendemos que no puede modificar nuestro día a día, es un problema que puede ir a más, provocando miedos que crecen como bolas de nieve hasta paralizar la vida de nuestros hijos. No tan solo en el momento presente, sino en años posteriores, llegando a provocar que la persona sea incapaz de tomar decisiones, hacer frente a ciertas problemáticas o inclusive provocar cierta inutilidad y bloqueo en la persona para el resto de sus días.
¿Cuándo pedir ayuda a un profesional?
Cierto miedo a la oscuridad se considera normal, pero a veces los miedos incapacitan a nuestros hijos no sólo en edades tempranas sino inclusive en edades posteriores. El niño necesita tener recursos para poder afrontar sus miedos y profesionales en Psicología siempre pueden ser muy positivos en el momento en que la vida familiar se está viendo dañada y al mismo tiempo afectando al niño en su desarrollo al no dormir como debería. Como decía Natalia Gómez del Pozuelo:
“No se puede expulsar la oscuridad de una habitación a patadas, simplemente habrá que abrir la ventana para dejar que la luz entre”
Debemos encontrar la manera de que su enemiga, la oscuridad se transforme en algo más amable. Sea como sea, es importante actuar lo antes posible.
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